Una sesión bien guiada puede ser el inicio de una gran transformación.
Planificar con intención transforma cada sesión en una experiencia significativa. Con una estructura clara y flexible, creas espacios donde las personas se sienten seguras, escuchadas y motivadas a cambiar.
Una buena sesión no solo informa: conecta, inspira y deja huella.
La primer sesión
Sembrar confianza y dirección
Una primera sesión bien guiada marca el tono del resto del proceso.
Tu primer encuentro es una oportunidad para crear un espacio seguro, claro y humano. En esta sesión, es clave:
Explicar en qué consiste el programa y qué no es.
Conocer los deseos y expectativas de la persona.
Realizar algunas evaluaciones que ayudarán a construir un plan.
Pedir retroalimentación desde el principio. Mostrar apertura genera confianza y compromiso.
Asignar una primera actividad sencilla
Evita sobrecargar. El objetivo es que la persona se sienta capaz, no abrumada.
Cada sesión, incluyendo la primera, necesita una estructura, pero también apertura para adaptarse al momento que viven las personas.
Hacer y mantener una agenda clara
Una buena agenda no limita: da dirección, da calma y da confianza.
Rompiendo Fronteras es un programa breve y estructurado. Tener una agenda clara ayuda a que la persona:
- Comprenda el propósito de cada sesión.
- Sepa qué esperar y qué se espera de ella.
- Se sienta acompañada con claridad, no perdida en el proceso.
Agenda recomendada para la primera sesión:
- Escuchar sus razones para asistir.
- Generar confianza y conexión.
- Explicar brevemente el modelo de trabajo (TCC).
- Realizar evaluaciones iniciales.
- Establecer un plan general de trabajo.
- Asignar actividades para casa.
- Pedir retroalimentación.
- Hacer un cierre que resuma lo vivido.
Este primer encuentro puede tomar más tiempo. Una hora y media o dos horas permitirán abordar todo con calma y cuidado. Si notas señales de riesgo emocional severo, adapta la estructura y prioriza la contención.
Escuchar su historia:
¿Por qué está aquí?
Detrás de cada historia hay una necesidad de ser escuchado sin juicio.
Al comienzo, abre el espacio para que la persona cuente, con sus propias palabras, por qué decidió buscar ayuda.
Si no lo expresa fácilmente, puedes preguntar con calidez:
”¿Qué te motivó a dar este paso hoy? ¿Qué te gustaría que cambiara en tu vida?”
Recuerda: no necesitas resolver todo en esta sesión. Solo tener una idea general para construir el plan juntos.
A medida que te cuente, puedes ayudarle a identificar sus emociones, pensamientos, comportamientos y lo que está pasando a su alrededor. Esa claridad es el primer paso para sanar.
Escuchar con atención es la base para acompañar con intención.
Construir confianza y conexión
La verdadera herramienta del facilitador no es el manual: es su humanidad.
La forma en que hablas, escuchas y te expresas transmite mucho más que tus palabras. Tu voz, tu lenguaje corporal y tu actitud deben comunicar:
- “Estoy aquí contigo.”
- “Creo que puedes mejorar.”
- “Tus emociones son válidas.”
- “No estás solo/a en esto.”
- “Lo que sientes no me abruma, estoy aquí para ayudarte.”
Además:
- Pide retroalimentación durante y al final de cada sesión.
- Pregunta cómo se ha sentido en el proceso y qué puedes mejorar.
- Esto fortalece la alianza y empodera a la persona en su rol activo.
Acompañar no es dirigir. Es caminar al lado, con apertura, respeto y confianza mutua.